Niño Jesús de Praga, Palabra del día

PAN DE LA PALABRA MAR 22 DE 2022

PAN DE PALABRA MARTES.

 

PRIMERA LECTURA. Del libro de Daniel 3, 25.34-43

En aquel tiempo, Azarías oró al Señor, diciendo: “Señor, Dios nuestro, no nos abandones nunca; por el honor de tu nombre no rompas tu alianza; no apartes de nosotros tu misericordia, por Abrahán, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Jacob, tu santo, a quienes prometiste multiplicar su descendencia, como las estrellas del cielo y las arenas de la playa. Pero ahora, Señor, nos vemos empequeñecidos frente a los demás pueblos y estamos humillados por toda la tierra, a causa de nuestros pecados. Ahora no tenemos príncipe, ni jefe, ni profeta; ni holocausto, ni sacrificio, ni ofrenda, ni incienso; ni lugar donde ofrecerte las primicias y alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado, como un sacrificio de carneros y toros, como un millar de corderos cebados. Que ese sea hoy nuestro sacrificio y que sea perfecto en tu presencia, porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora que te seguimos de todo corazón; te respetamos y queremos encontrarte; no nos dejes defraudados. Trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia. Sálvanos con tus prodigios y da gloria a tu nombre”. Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 24  –  R/. Recuerda, Señor, tu ternura

  • Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
  • Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. R/.
  • El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. R/

 

EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No solo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”. Palabra del Señor.

 

PARA MEDITAR: Del perdón de Dios y de la reconciliación con los hermanos habla también Jesús en el evangelio de hoy. El tema lo introduce la pregunta del apóstol Pedro al Señor, como un eco de la casuística rabínica: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Réplica a la medida de la venganza salvaje de Lamek: setenta y siete veces.

 

Jesús propone un perdón fraterno ilimitado; es la única manera de romper la espiral del odio y de la venganza. Mas ¿por qué tal perdón sin límite? ¿Qué es lo que sustenta tal doctrina y conducta? El comportamiento de Dios con nosotros, como explica Jesús en la parábola que sigue a continuación: la del deudor despiadado. El empleado que debe una suma fabulosa a su rey, una vez perdonado completamente por el rey-Dios, debiera perdonar a su vez al compañero que le debe una minucia. Al no hacerlo, él mismo se autocondena a perder el favor y el perdón recibidos.

 

El deber cristiano del perdón y de la reconciliación fraterna no es una ley fría e impersonal, como un imperativo moral impuesto desde fuera, sino una consecuencia necesaria del perdón ya recibido. Este último es el indicativo que fundamenta el imperativo del perdón fraterno. Solamente será capaz de perdonar a los demás el que haya experimentado cada día en su carne la alegría de un perdón que lo rehabilita continuamente como persona y como hijo de Dios. Quien no se siente perdonado, no ama; pero aquel a quien se le perdona mucho, ama mucho a su vez.

 

Cuántas veces nos hemos acercado al sacramento del perdón que es la penitencia. ¿Por qué no salimos perdonando a los demás? ¿Por qué no sentimos la necesidad de compartir con los hermanos el perdón recibido de Dios? ¿Por qué seguimos viendo la paja en el ojo ajeno, sin que nos moleste la viga en el propio? ¿No es esta una denuncia de la rutina de nuestras confesiones y celebraciones penitenciales?

 

Serios puntos de examen para un día de Cuaresma, que nos urgen a una conversión sincera al Señor y al amor que olvida y perdona. De lo contrario estamos perdiendo el tiempo, víctimas de un formulismo religioso.

 

PARA REFLEXIONAR: ¿Perdonamos de corazón las ofensas de nuestro prójimo, como expresión del amor y del perdón que hemos recibido de parte de Dios?

 

ORACIÓN: Danos, Padre, un corazón nuevo y enséñanos a perdonar las injurias como tú nos perdonas en Cristo. Así seremos sus discípulos e hijos tuyos de verdad. Amén.

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