PAN DE PALABRA DOMINGO
PRIMERA LECTURA. Del libro de la Sabiduría 11, 22–12, 2
Señor, el mundo entero es ante ti como un grano en la balanza, como gota de rocío mañanero sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habrías creado. ¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, o ¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 144 – R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
- Te ensalzaré Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.
- El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
- Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R/.
- El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R/.
SEGUNDA LECTURA. De la Segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 11–2, 2
Hermanos: Oramos continuamente por ustedes, para que nuestro Dios los haga dignos de la vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe. De este modo, el nombre de nuestro Señor Jesús será glorificado en ustedes y ustedes en Él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. A propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no pierdan fácilmente la cabeza ni se alarmen por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Palabra de Dios
EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Palabra del Señor.
PARA MEDITAR: Lucas, el evangelista de la misericordia y del perdón, es quien nos cuenta esta escena de la conversión de Zaqueo. Como publicano (recaudador de impuestos para la potencia ocupante, los romanos) Zaqueo era despreciado, seguramente tachado de traidor y colaborador de las tropas ocupantes, y sus negocios debieron ser un tanto dudosos. Él mismo lo reconoce y promete restituir lo que hubiera “desviado”: “Si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Jesús, que se había hecho invitar a su casa, tomando la iniciativa, consigue lo que quería, lo que había venido a hacer a este mundo: “Buscar y salvar lo que estaba perdido”. Los fariseos excomulgan a Zaqueo. Jesús va a comer con él y le da un voto de confianza, aún a sabiendas de que va a ser mal interpretado, y ya está notando que lo acusan de que va a comer en casa de un pecador (¿no puede ir un médico a casa del enfermo?): pero consigue devolver la paz a una persona ciertamente complicada.
¿Sabemos escuchar a los demás, interesarnos por sus preocupaciones y proyectos? ¿Somos acogedores, no solo de los amigos, sino también de los que vemos que necesitan ayuda? ¿Nos alegramos de la vuelta de los alejados? ¿Somos de los que celebran la vuelta del hijo pródigo sin poner demasiada mala cara? ¿O nos encastillamos en la justicia, como el hermano mayor o como los fariseos, siempre intransigentes con las faltas de los demás? Si Jesús, nuestro Maestro, vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido, ¿quiénes somos nosotros para desesperar de nadie y actuar como intolerantes fiscales y jueces?
PARA REFLEXIONAR: ¿Cuáles de nuestros comportamientos le cierran las puertas de nuestra casa a Jesús? ¿Qué podemos hacer para que Él entre en nuestro corazón?
ORACIÓN FINAL: Señor Jesús, las barreras del pecado nos impiden mirar la grandeza de tu amor, pero tu misericordia es superior a todo obstáculo, y tu bondad abraza todo mi ser. Amén.