PAN DE PALABRA SABADO, BEATO SANTIAGO ALBERIONE
PRIMERA LECTURA. Del libro del Apocalipsis 22, 1-7
El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de Vida, luciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. A mitad de la plaza, a ambos lados del río, crecían árboles de Vida; da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estarán el trono de Dios y el del Cordero, y sus siervos le darán culto, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos. Luego me dijo: “Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor Dios, que inspira a los profetas, ha enviado su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que pasar pronto. Mira que estoy para llegar. Dichoso el que guarde las palabras proféticas de este libro”. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 94 – R. Maranatha. Ven, Señor Jesús.
- Vengan, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R/.
- Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque Él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. R/.
- Entren, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía. R/.
EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Lucas 21, 34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Tengan cuidado: no se les embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se les eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estén siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y mantenerse en pie ante el Hijo del hombre”. Palabra del Señor.
PARA MEDITAR: En el entretiempo de la Iglesia, cuando nos duele la ausencia de Cristo, necesitamos aguante para no desfallecer y ser fieles a Dios. Nos circundan la no creencia y la indiferencia religiosa, la ambigüedad y la confusión de valores, la injusticia y el clamor de los pobres, el desencanto de muchos y el agnosticismo o el ateísmo declarado de no pocos, el desprecio a la fe cristiana e incluso el malquerer y la persecución más o menos abierta o solapada.
Todo ello constituye una dura prueba a nuestra fidelidad, una noche oscura, un toque de alerta a nuestra fe adormecida quizá; pero también una ocasión de madurar nuestra esperanza. Sabemos de quién nos hemos fiado. El Señor es fiel y nos mantendrá firmes hasta el final si acudimos a Él en la oración. Revelación consoladora y central de la buena nueva de salvación de Jesús es que, a pesar de todo y no obstante nuestra miseria sin fondo, Dios sale al encuentro de quien busca su rostro con sincero corazón.
La oración vigilante es, pues, fe que se expresa en el trabajo y la convivencia de cada día, es esperanza activa y es amor que no echa la siesta cuando hay tanto que transformar y construir en nuestro mundo, donde muchos hermanos nuestros necesitan una mano amiga. La espera del Señor no es una coartada para desentendernos del mundo presente. Que al llegar Él nos encuentre en la vigilancia de la fe y en la oración de la vida, con las manos en la tarea de amasar un mundo mejor y con el corazón ocupado en querer a los demás. Como peregrinos en país extraño y sabiendo que no tenemos aquí ciudad permanente, caminemos gozosos al encuentro de Cristo que llega. ¡Ven, Señor Jesús
PARA REFLEXIONAR: ¿Hacemos de la oración nuestra fortaleza que nos ayuda a escapar de las tentaciones de la vida y nos capacita para permanecer en permanente vigilancia?
ORACIÓN FINAL: Aleja de nuestro corazón el embotamiento del pecado; así, cuando tú vengas nos encontrarás con las manos ocupadas en la tarea que nos encomendaste hacer. Mientras tanto, te decimos: ¡Ven pronto, Señor Jesús! Amén.