Niño Jesús de Praga, Palabra del día

PAN DE LA PALABRA NOV 18 DE 2024

PAN DE PALABRA LUNES

 

PRIMERA LECTURA. Comienzo del libro del Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5a

Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus siervos acerca de lo que tiene que suceder pronto. La dio a conocer enviando su ángel a su siervo Juan, el cual fue testigo de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio. Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca. Juan a las siete iglesias de Asia: “Gracia y paz a ustedes de parte del que es, el que era y ha de venir; de parte de los siete Espíritus que están ante su Trono”. Escuché al Señor que me decía: “Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso: ‘Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras’”. Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 1 – R. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.

  • Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor y medita su ley día y noche. R/.
  • Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
  • No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

 

EVANGELIO: Del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43

Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: “Pasa Jesús el Nazareno”. Entonces empezó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él dijo: “Señor, que recobre la vista”. Jesús le dijo: “Recobra la vista, tu fe te ha salvado”. Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios. Palabra del Señor.

 

PARA MEDITAR: Como discípulos de Jesús, sabemos que todavía hoy no nos es fácil reconocerlo personal y comunitariamente como enviado de Dios, Mesías, ungido con el Espíritu para que recobremos la vista. Sin embargo, se nos hace sumamente urgente recuperar no solo la vista, sino también la dimensión luminosa de la fe, que nos impulsa a hacer todo lo posible (gritar y gritar muy fuerte) para que su llama no se extinga, para no permanecer en la oscuridad, para que ella no pierda la capacidad de iluminar toda nuestra existencia, para mostrar que ella no proviene de nosotros, sino de Dios (tu fe te ha sanado), del encuentro con el Dios vivo, con Jesús y con su compasión, que nos llama (ordena que seamos conducidos a su presencia), nos revela su prontitud para que se realice lo que está en el centro de su proyecto como Enviado de Dios: recobrar la vista y seguirlo por el camino glorificando a Dios y provocando que todo el pueblo alabe a Dios al ver sus obras.

 

PARA REFLEXIONAR: ¿Cómo presentar la fe en Jesús de modo que quien necesite recobrar la vista se sienta conducido a su presencia, pueda expresar su más profundo deseo y obtener con prontitud la sanación?

¿Quiénes son los nuevos ciegos del camino que necesitan ver a Jesús para recibir su gracia?

 

ORACIÓN FINAL: Padre, que tu Espíritu Santo nos dé la capacidad de presentarnos ante Jesús, escuchar cómo nos pregunta: qué quieres que haga por ti, y responderle con claridad: Señor, que veamos, que tu misterio no quede velado a nuestros ojos ni a los ojos de la fe, que nos convirtamos en tus seguidores. Amén.

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