PAN DE PALABRA MIERCOLES, CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
PRIMERA LECTURA, Del Segundo libro de los Macabeos 12, 43-46
En aquellos días, Judas, jefe de Israel, recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero, considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea es piadosa y santa. Por eso, hizo una expiación por los muertos, para que fueran liberados del pecado. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 102 – R. El Señor es compasivo y misericordioso.
- El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R/.
- Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque Él conoce de qué estamos hechos, se acuerda de que somos barro. R/.
- Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como la flor del campo, que el viento la roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla. R/.
SEGUNDA LECTURA. De la Primera carta de san Pablo a los Corintios 15, 20-24a.25-28
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; luego los de Cristo en su venida; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su Reino. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies. Pero, al decir que lo ha sometido todo, es evidente que excluye a Aquel que ha sometido todo. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a Él todas las cosas. Y así Dios lo será todo en todos. Palabra de Dios.
EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Lucas 23, 44-46.50.52-53; 24, 1-6a
Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del Santuario se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y, dicho esto, expiró. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que hablan preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. Palabra del Señor.
PARA MEDITAR: Muchos hacen visita al cementerio, que, la misma palabra, es el ‘lugar de descanso’, en espera del despertar final. Es bello pensar que será Jesús mismo quien nos despierte. Jesús mismo reveló que la muerte del cuerpo es como un sueño del cual Él nos despierta. Con esta fe nos detenemos –incluso espiritualmente– ante las tumbas de nuestros seres queridos, los que nos han amado y han hecho algún bien. Pero hoy estamos llamados a recordar a todos, incluso los que nadie se acuerda. Recordamos a las víctimas de la guerra y la violencia; muchos ‘pequeños del mundo’ aplastados por el hambre y la pobreza. Recordamos los anónimos que reposan en fosas comunes. Recordamos a nuestros hermanos y hermanas muertos porque son cristianos; y aquellos que sacrificaron sus vidas por servir a los demás. Encomendamos al Señor, sobre todo aquellos que nos han dejado en este último año.
La tradición de la Iglesia siempre ha exhortado a orar por los difuntos, en particular, al ofrecer la celebración eucarística: esa la mejor ayuda espiritual que podemos dar a sus almas, en especial a los más abandonados.
La memoria de los difuntos, el cuidado de las tumbas y los votos son testimonios de confiada esperanza, enraizada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre el destino del ser humano, ya que el hombre está destinado a una vida sin límites, que tiene sus raíces y su realización en Dios”
PARA REFLEXIONAR: ¿Vivimos en la esperanza de una vida eterna liberada de la muerte? ¿Con qué frecuencia oramos por nuestros seres queridos difuntos?
ORACIÓN FINAL: Padre de amor, ayúdanos a comprender el misterio de la muerte. Que a través de ella participemos de la promesa de tu Hijo Jesús: “El que cree en mí nunca morirá”. Amén.