Niño Jesús de Praga, Palabra del día

PAN DE LA PALABRA MAY 04 DE 2022

PAN DE PALABRA MIERCOLES, SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES.

 

PRIMERA LECTURA. De la Primera carta de san Pablo a los Corintios 15, 1-8

Les recuerdo, hermanos, el Evangelio que les proclamé y que ustedes aceptaron, y en el que están fundados, y que los está salvando, si es que conservan el Evangelio que les proclamé; de lo contrario, se ha malogrado su adhesión a la fe. Porque lo primero que yo les transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí. Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 18  –  R/. A toda la tierra alcanza su pregón.

  • El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. R/.
  • Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.

 

EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Juan 14, 6-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocen a mí, conocerán también a mi Padre. Ahora ya lo conocen y lo han visto”. Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesús le replica: “Hace tanto que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre?’. ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo les digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Créanme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, crean a las obras. Les aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidan en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en mi nombre, yo lo haré”. Palabra del Señor.

 

PARA MEDITAR. Voluntad salvadora de Dios. Con el texto evangélico de hoy, que empieza por repetir el último versículo del de ayer, comienza el discurso propiamente dicho del pan de vida, que es Jesús mismo. Este discurso, tal como lo tenemos redactado, refleja el genio constructivo del evangelista Juan, de modo parecido a como el discurso del monte revela la habilidad de Mateo. Pues bien, en el pasaje parcial que hoy leemos del discurso del pan de vida se subraya fuertemente la voluntad salvadora del Padre, Dios, a través de su Hijo, Cristo Jesús.

 

A todo el que se acerque a Él, Jesús no lo echará fuera –alusión a la exclusión del paraíso–, porque “la voluntad del Padre es que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día”. De aquí se desprende que no hay élites privilegiadas ni monopolios respecto de la salvación de Dios por Cristo. Su destinatario es todo hombre y mujer que, reconociéndose pecador y necesitado de curación, cree en Jesucristo, el Hijo resucitado de Dios.

 

Este es el núcleo del Evangelio, es decir, de la Buena Nueva que iban difundiendo los miembros dispersos de la perseguida comunidad de Jerusalén, como vemos en la primera lectura. Es la ley del crecimiento de la semilla del Reino: por la persecución y la cruz con Cristo, el grano de trigo produce una cosecha espléndida al morir en el surco. Así la diáspora que provocó la persecución de la primitiva comunidad de Jerusalén contribuyó a la difusión del nombre de Cristo entre los samaritanos, cuya ciudad se llenó de alegría por la actuación del diácono Felipe.

 

PARA REFLEXIONAR: ¿Sabemos descubrir en los momentos de dificultad aquellos elementos positivos de crecimiento y logramos servirnos de ellos para nuestro progreso espiritual?

 

ORACIÓN: Señor, que la semilla que has sembrado en nosotros dé el ciento por uno, el fruto abundante del Espíritu, el entusiasmo de la renovación pascual y la alegre felicidad de sabernos salvados por ti. Amén.

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