PAN DE PALABRA VIERNES
PRIMERA LECTURA. De la Carta a los Hebreos 13, 1-8
Hermanos: Conserven el amor fraterno y no olviden la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a ángeles. Acuérdense de los presos como si estuvieran presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvieran en su carne. Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará. Vivan sin ansia de dinero, contentándose con lo que tengan, pues Él mismo dijo: “Nunca te dejaré ni te abandonaré”; así tendremos valor para decir: “El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?”. Acuérdense de sus guías, que les anunciaron la Palabra de Dios; fíjense en el desenlace de su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 26 – R. El Señor es mi luz y mi salvación.
- El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R/.
- Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R/.
- Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. R/.
- Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R/.
EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de Él. Unos decían: “Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él”. Otros decían: “Es Elías”. Otros: “Es un profeta como los antiguos”. Herodes, al oírlo, decía: “Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”. Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras, que te lo daré”. Y le juró: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”. Ella salió a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?”. La madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: “Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”. El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro. Palabra del Señor.
PARA MEDITAR: La aclamación cristológica de la permanencia eterna de Jesucristo se nos presenta reveladora y capaz de animarnos a obtener frutos de vida, desde el anuncio de la Palabra de Dios y la firmeza en la unidad de la enseñanza, como un estímulo único para la construcción de la propia vida desde lo auténticamente cristiano. La permanencia eterna de Jesucristo se convierte para nosotros en una aspiración a la fidelidad. Es una llamada a irradiar la luz que es fruto de la gratitud por quienes nos transmitieron la Palabra. La presencia de lo trágico, la muerte y las doctrinas extrañas será condición para mostrar la radicalidad y absoluta validez de lo cristiano ayer, hoy y por los siglos. Se revelará la verdad de nuestra fe, consolidada en la tradición del cristianismo desde sus orígenes. Es una fe que persiste en la actividad misionera de la Iglesia, en su esfuerzo por mantener siempre actual el Evangelio de Jesucristo para que sea el soporte de nuestro testimonio coherente.
PARA REFLEXIONAR: ¿Qué sentido podemos dar a la existencia cristiana para testimoniar que estamos anclados en Jesucristo y que nada ni nadie podrá destruir la vida eterna que en Él se nos ha concedido? ¿Cómo vivir la fe con la mirada fija en un futuro que no conocerá ocaso, sino solo plenitud?
ORACIÓN FINAL: Padre, que tu Espíritu Santo nos ayude a comprender que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Que su misterio pascual nos ha liberado de todo lo perecedero, de la muerte y de todo intento de confundir la solidez de la fe que se nos ha transmitido por la proclamación de la Palabra. Amén.