Niño Jesús de Praga, Palabra del día

PAN DE LA PALABRA FEB 02 DE 2025

PAN DE PALABRA DOMINGO, PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

 

PRIMERA LECTURA. Del libro del profeta Malaquías 3, 1-4

Esto dice el Señor: “Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí. De repente llegará a su santuario el Señor a quien ustedes andan buscando; y el mensajero de la alianza en quien se regocijan, miren que está llegando, dice el Señor del universo. ¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño”. Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 23 – R. El Señor, Dios del universo, Él es el Rey de la gloria.

  • ¡Portones!, alcen los dinteles, que se alcen las puertas eternales: va a entrar el Rey de la gloria. R/.
  • Portones!, alcen los dinteles, que se alcen las puertas eternales: va a entrar el Rey de la gloria. R/.
  • ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios del universo, Él es el Rey de la gloria R/.

 

SEGUNDA LECTURA. De la Carta a los Hebreos 2, 14-18

Hermanos: Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos. Noten que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados. Palabra de Dios.

 

EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40

Los padres de Jesús, cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “Un par de tórtolas o dos pichones”. Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones”. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con Él. Palabra del Señor.

 

PARA MEDITAR: Aún nos cuesta digerir la universalidad de la salvación en nuestra cristiandad. Por ello, la Palabra nos comunica que es necesario que seamos generosos para poder ser amigos de Dios (Teófilo), así como para que nuestra vida no sea un fracaso, sino pública expresión de plenitud (ahora puedes dejar partir a tu siervo en paz) y cumplimiento hoy en día de las promesas antiguas que tienen su origen en Dios (mis ojos han visto tu salvación). Estas promesas tienen como destinatarios a “todos los pueblos” de la tierra. Hacen que brote en nosotros la alegría que vence todo vacío interior, humano y social, porque aquel que se nos revela es luz para los pueblos gentiles: Jesucristo. Si nos abrimos a la acción del Espíritu Santo, como Simeón, aprendemos a tomar la salvación en las manos, a bendecir a Dios y amar no solo a los más cercanos, sino a todos, abrazando a los paganos. Daremos gracias a Dios porque sabemos que todo acontece para la gloria del pueblo del Señor. Esto es esencial para todo ser humano sin importar su edad. Nosotros podemos estar a la altura de Simeón, un anciano de espíritu joven, una persona necesitada de alguien con quien encontrarse, con quien entrar en comunión en el Espíritu, comunión de proyectos salvíficos visibles, audibles y palpables.

 

PARA REFLEXIONAR: En una sociedad donde hay tantos eventos para admirar, ¿cómo presentar al que es la Luz que se revela a los llamados paganos para que acojan su salvación? ¿Cómo proclamar que no hay edad para reconocer al Salvador, quien nos hace vivir en paz y ser servidores de nuestros hermanos?

 

ORACIÓN FINAL: Padre, que con tu Espíritu Santo también nosotros, como Simeón, podamos decir que nuestros ojos han visto al Salvador. Que proclamemos que Jesucristo es la luz que se revela a todo ser humano que se abre al misterio revelador de tu Espíritu, para que esta Luz se difunda a todos los confines de la tierra. Amén.

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