PAN DE LA PALABRA ENE 01 DE 2023

 

PAN DE PALABRA DOMINGO, SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

 

PRIMERA LECTURA, Del libro de los Números 6, 22-27

El Señor habló a Moisés: “Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendecirán a los hijos de Israel: ‘El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz’. Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré”. Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 66  –  R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.

  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R/.
  • Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
  • Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra. R/.

 

SEGUNDA LECTURA. De la Carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7

Hermanos: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como ustedes son hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡‘Abba’, Padre!”. Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. Palabra de Dios.

 

EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Palabra del Señor.

 

PARA MEDITAR: El evangelista Lucas repite varias veces que la Virgen meditaba silenciosamente esos acontecimientos extraordinarios en los que Dios la había implicado. Lo hemos escuchado también en el breve pasaje evangélico que la liturgia nos vuelve a proponer hoy. “María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”. El Niño que emite llantos en el pesebre, aun siendo en apariencia semejante a todos los niños del mundo, al mismo tiempo es totalmente diferente: es el Hijo de Dios, es Dios, verdadero Dios y verdadero hombre. Este misterio (la encarnación del Verbo y la maternidad divina de María) es grande y ciertamente no es fácil de comprender con la sola inteligencia humana.

 

Sin embargo, en la escuela de María podemos captar con el corazón lo que los ojos y la mente por sí solos no logran percibir ni pueden contener. En efecto, se trata de un don tan grande que solo con la fe podemos acoger, aun sin comprenderlo todo. Y es precisamente en este camino de fe donde María nos sale al encuentro, nos ayuda y nos guía. Ella es madre porque engendró en la carne a Jesús; y lo es porque se adhirió totalmente a la voluntad del Padre. Y en su corazón María siguió conservando, “poniendo juntamente”, los acontecimientos sucesivos de los que fue testigo y protagonista, hasta la muerte en la cruz y la resurrección de su Hijo Jesús.

 

Solo conservando en el corazón, es decir, poniendo juntamente y encontrando una unidad de todo lo que vivimos, podemos entrar, siguiendo a María, en el misterio de un Dios que por amor se hizo hombre y nos llama a seguirlo por la senda del amor, un amor que es preciso traducir cada día en un servicio generoso a los hermanos.

 

PARA REFLEXIONAR: ¿Aceptamos enteramente a Cristo, Hijo de Dios, que nos libró del pecado, para recibir en nuestra vida y en nuestros pueblos el don de la paz?

 

ORACIÓN FINAL: María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a acoger a tu Hijo y, en Él, la verdadera paz. Ilumina nuestros ojos, para que sepamos reconocer el rostro de Cristo en el rostro de toda persona humana, corazón de la paz. Amén.

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