Niño Jesús de Praga, Palabra del día

PAN DE LA PALABRA DIC 28 DE 2022

 

PAN DE PALABRA MIERCOLES. SANTOS INOCENTES, MÁRTIRES.

 

PRIMERA LECTURA. De la Primera carta del apóstol san Juan 1, 5–2, 2

Queridos hermanos: Les anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a Él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que Él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, Él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 123

  1. Hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador.
  • Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros. R/.
  • Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes. R/.
  • La trampa se rompió, y escapamos. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R/.

 

EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Mateo 2, 13-18

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: “Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto”. Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: “Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven”. Palabra del Señor.

 

PARA MEDITAR: También nos interpela el evangelio. José y María empiezan a experimentar que los planes de Dios exigen una disponibilidad nada cómoda. La huida y el destierro no son precisamente un adorno poético en la historia de la Navidad. El sacrificio de estos niños inocentes y las lágrimas de sus madres se convierten en símbolo de tantas personas que han sido injustamente tratadas por la maldad humana y han sufrido y siguen sufriendo sin ninguna culpa.

 

Desde el acontecimiento de la Pascua de Cristo, todo dolor es participación en el suyo, y también en el destino salvador de su muerte, la muerte del Inocente por excelencia. ¿Aceptamos el esfuerzo y la contradicción en el seguimiento de Cristo? ¿Sabemos apreciar la lección de reciedumbre que nos dan tantos cristianos que siguen fieles a Dios en medio de un mundo que no les ayuda nada? También nosotros, como los niños de Belén, debemos dar testimonio de Dios con las obras y la vida, más que con palabras bonitas.

 

Nuestra celebración eucarística comienza normalmente con un acto penitencial: nos presentamos con humildad ante Dios y nos reconocemos débiles, pecadores, y le pedimos que nos purifique interiormente antes de escuchar su palabra y celebrar su sacramento. Y lo hacemos con confianza, porque vamos a participar de ese Cristo Jesús que es “el que quita el pecado del mundo”.

 

PARA REFLEXIONAR: ¿Sabemos lo que decimos al afirmar que la sangre de Cristo nos cubre y purifica de nuestros pecados? ¿Defendemos y protegemos la vida de los inocentes, sus derechos y su valor?

 

ORACIÓN FINAL: Señor Jesús, en los niños descubrimos el rostro de la inocencia y el amor de Dios para la humanidad; haz que nunca se apague de sus ojos la alegría de vivir. Amén.

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