Niño Jesús de Praga, Palabra del día

PAN DE LA PALABRA ABR 18 DE 2022

PAN DE PALABRA LUNES.

 

PRIMERA LECTURA. Del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 14.22-33

Después de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos, Pedro, acompañado de los once apóstoles, se presentó ante la multitud y les habló así: “A todos ustedes, habitantes de Judea y cuantos se encuentran en Jerusalén, tengo algo que anunciarles: escuchen con atención mis palabras. Les anuncio a Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes cuando por medio de Él les mostró su poder con los prodigios y milagros que ya conocen. Ustedes lo entregaron y le quitaron la vida clavándolo en la cruz por mano de paganos, siguiendo sin saberlo un plan trazado por Dios, que todo lo prevé. Por eso Dios lo resucitó poniendo fin al suplicio de la muerte. ¡Imposible que la muerte lo retuviera bajo su dominio! Pues aludiendo a Él dice David: ‘Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se goza mi lengua, y mi carne descansa serena: porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia’. Hermanos, permítanme que les hable con franqueza acerca del patriarca David: él murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta y sabiendo que Dios le había prometido con juramento que a uno de su linaje lo pondría sobre su trono, habló previendo la resurrección del Mesías, que fue quien no quedó abandonado a la muerte, ni conoció la corrupción en su carne. A Jesús fue a quien Dios resucitó, y de eso todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, a la derecha de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido y lo derramó sobre nosotros. Esto es lo que están viendo y oyendo”. Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 15  –  R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

  • Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R/.
  • Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. R/.
  • Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.
  • Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R/.

 

EVANGELIO. Del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15

Las mujeres salieron a toda prisa del sepulcro, llenas de temor y de gran alegría, y se fueron corriendo a anunciar a los discípulos de Jesús lo que habían visto. Pero de pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, y postradas ante Él le abrazaron los pies. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea. Allá me verán”. Mientras iban de camino las mujeres, algunos soldados de la guardia fueron a la ciudad y contaron a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Ellos se reunieron con los ancianos del sanedrín y se pusieron de acuerdo para dar a los soldados una buena suma de dinero junto con esta orden: “Digan que mientras ustedes estaban dormidos fueron los discípulos de Jesús y se robaron el cadáver. Y si llega esto a oídos del gobernador, nosotros lo aplacaremos para que no tengan ningún problema”. Ellos recibieron el dinero y cumplieron las instrucciones dadas. Así se divulgó esta versión entre los judíos hasta el día de hoy. Palabra del Señor.

 

PARA MEDITAR: El evangelio de hoy contiene dos episodios relacionados con la resurrección del Señor. El primero es la aparición de Jesús a María Magdalena y María la de Santiago, que fueron a visitar su sepulcro. La segunda parte del evangelio deja constancia del “invento” sobre el sepulcro vacío de Jesús. Pero los discípulos de Jesús se encargaron de decir la verdad, como vemos en la primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, que será la fuente de la primera lectura diaria durante todo el tiempo pascual.

 

Continuar este testimonio apostólico de la resurrección de Cristo es el cometido de la Iglesia y de los cristianos de todos los tiempos. No podemos buscar entre los muertos al que vive, al viviente por antonomasia. La resurrección de Jesús, misterio central de nuestra fe y dato cierto y real, aunque no verificable por los métodos de las ciencias, es el acontecimiento salvador que nos llena de gozo y que, basados en la fe apostólica de la Iglesia, hemos de creer, proclamar y testimoniar mediante nuestra vida de resucitados con Cristo.

 

Testimoniar la resurrección de Jesús es afirmar en primer lugar que su situación personal cambió por completo, porque Dios Padre puso su firma y rúbrica a cuanto dijo e hizo Jesús, cuyo camino era el del Padre mismo. Pero hay algo más. La resurrección de Cristo no se limita a Él solo, sino que de hecho inaugura una nueva era y un mundo nuevo, en el que no es la muerte quien tiene la última palabra, sino la vida sin fronteras para todo hombre y mujer que creen en el Hijo resucitado de Dios.

 

Hoy nace el hombre nuevo, la nueva humanidad redimida, con todo el esplendor con que salió en un principio de las manos de su Creador. Cuando confesamos a Cristo resucitado no decimos simplemente que su tumba quedó vacía, sino que vive para darnos vida. Por todo ello: anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

 

PARA REFLEXIONAR: ¿De qué maneras concretas puedo ser testigo de la resurrección en medio de una sociedad secularizada?

 

ORACIÓN: Señor, que en todo nuestro obrar se manifieste con claridad la vida nueva que recibimos en nuestro bautismo. Amén.

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